Desde 2019 que viajo haciendo house sitting y en este posteo te quiero contar la intimidad de algunas experiencias para que sepas la letra chica de esta modalidad. Si no tenés idea de qué se trata te invito a leer primero la guía básica, pero en líneas generales podemos decir que House Sitting es un sistema que permite alojarte gratis por el mundo cuidando a las mascotas que quedaron en las casas.
Cuantas experiencias de house sitting tuve
La única plataforma que he usado es TrustedHousesitters por un motivo elemental: es la que tiene mayor oferta internacional. Si vas a viajar únicamente por Australia, EEUU o Reino Unido que son mercados gigantes de repente te conviene una plataforma regional. Pero si, como yo, querés dar la vuelta al mundo alojándote gratis en todos los continentes entonces TrustedHousesitters es la mejor opción. En Latinoamérica todavía es muy incipiente pero fácilmente vas a poder encontrar casas por Europa, Asia, Norteamérica, Oceanía y África. Todo esto lo explico más en detalle en la guía básica pero nunca viene mal aclarar algunas cosas.
La membresía de TrustedHousesitters es de las más altas del mercado, pero si te hacés una cuenta a partir de este link y ponés el código DCM25 vas a tener un 25% de descuento. Desde que me hice la cuenta en 2019 tuve 13 experiencias de House Sitting en 11 casas distintas y te diría que casi todas fueron maravillosas.
Vayamos al detalle
Experiencias de house sitting por el mundo
1: Bali – Un perro, tres semanas
En un sistema tan fuertemente basado en las recomendaciones puede ser un gran obstáculo conseguir la primera casa sin tener ninguna referencia. Para conseguir esta primera experiencia me jugaron a favor dos detalles puntuales:
- Al ser un mercado tan chico, muy poca gente estaba aplicando
- Yo estaba comenzando el blog y venía de 2 meses sin parar entre Filipinas y Malasia, entonces enfaticé en mi mensaje de aplicación la necesidad de calma, oficina y descanso.
La casa era espectacular y en la zona de Sanur, un poco alejada (pero no tanto) del caos en Kuta. Tenía que cuidar un perrito adorable que se llamaba Kopi y dentro de todo fluyó bárbaro. Algunas cosas fueron un poco extrañas, como lo que conté en este posteo, pero eso tenía más que ver con la cultura balinesa en sí misma.

2: Singapur – Una perra, dos ciclos de cinco días
Esta casa la conseguí incluso antes de ir a Bali, entonces también fue un caso de que me la asignaran sin reseñas en mi perfil. Con esto solo quiero enfatizar que, aunque empezar pueda parecer frustrante, no es ni por asomo imposible.
Allí tenía que cuidar a Dora en un apartamento de lujo, como no podría ser de otra manera en Singapur. Todo fue muy cómodo y de buena comunicación con los dueños, al punto que me preguntaron si podía volver un mes más tarde porque se habían sentido a gusto conmigo. ¡Eso pasa mucho! Si tienen una buena experiencia contigo hay grandes chances que quieran repetir. Así que un tiempo más tarde volví a Singapur, ahora acompañada por mi amiga Mercedes.
Dora era una clásica perra de apartamento que hay que sacar varias veces al día, pero igual estaba acostumbrada a pasar varias horas sola.
3: Phuket – Una perra, dos ciclos de quince días
Esta no era una experiencia sencilla ya que se trataba de una perra muy viejita que además tuvimos que llevar a la veterinaria durante la estadía. No era nada grave sino una especie de reacción alérgica, pero siempre que son animales viejitos hay que estar un poco más alerta de lo normal.
Ahora, lo que tiene que ver con la casa no podía ser mejor. Ahí yo también estaba con Mer, pero cada una tenía una especie de apartamento independiente. Además, nos dejaron su auto para que usemos a discreción y hasta seguía yendo la empleada doméstica a limpiar y cocinarnos comida tradicional tailandesa.
En este caso también nos pidieron para volver más adelante, lo cual fue doblemente beneficioso porque pudimos dejar algunas cosas que no íbamos a necesitar en ese tiempo.
4: Chiang Mai – Dos perros, tres días
Cuando son tan poquitos días es difícil de juzgar, pero fue una experiencia buena. La casa estaba dentro de un barrio privado (es muy común eso entre los extranjeros vivendo en Tailandia), pero nosotras teníamos una moto entonces no era tan complejo llegar a la casa (click acá si querés alquilar una moto en Tailandia). Habían varias habitaciones entonces cada una tenía su espacio y los perros tenían un jardín grande entonces no había mucha necesidad de sacarlos a pasear.
5: Chiang Mai – Dos gatos, tres días
A los pocos días nos fuimos a hacer otro house sitting dentro de la misma ciudad, aunque ahora con gatitos. Voy a ser super honesta con ustedes: en ese momento los gatos no me gustaban mucho y además les tenía un poco de miedo. No sé, lo pienso ahora me parece una tontería, pero me animé a hacerlo porque estaba con Mer. Lo bueno de cuidar gatos es que son muchísimo más independientes, no teníamos que hacer mucho más que alimentarlos y limpiar el arenero. El único momento de estrés fue cuando uno de los gatos no volvía al atardecer y me asusté bastante. Mer insistía que tarde o temprano iba a volver y obviamente tenía razón, pero mi inexperiencia con los gatos me llevó a angustiarme al pedo.
Es muy gracioso que ahora siempre prefiero hacer house sitting con gatos, como cambian las cosas los años…
6: Melbourne – Tres gatos, una semana
Apenas llegamos a Australia conseguimos una casa bárbara en la zona oeste de la ciudad. Ahí teníamos que “cuidar” a tres gatos rescatados que no confiaban mucho en los humanos. Lo único que teníamos que hacer era garantizarles la comida y agua en el patio de atrás y ellos iban y venían a discreción. Además, había un jardín grande que necesitaba algunos cuidados extra, pero por suerte tenía a Mer que ama el universo plantas así que no tuve que preocuparme.
7: Melbourne – Una perra, cinco días
Probablemente fue una de las mascotas más difíciles que tuve que cuidar, pero como también estaba con Mer nos pudimos repartir las tareas. Era una perra muy ansiosa que no toleraba quedarse sola mucho rato entonces la independencia era difícil. Aunque el apartamento era muy cómodo, nuevo y bien ubicado. Siempre todo compensa.

8: Berlín – Un gato, cinco días
Ya sola nuevamente, volvía al ruedo de House sitting después de varios años en pausa, pandemia mediante. El alojamiento en Berlín es carísimo así que cuando vi la oportunidad de un house sitting me tiré de cabeza. Era un poco lejos del centro, pero super cómodo y cuidar a ese gato era una papa. Podría decir que fue de mis experiencias más relajadas. La dueña era la primera vez que hacía house sitting entonces no sabía muy bien que estaba incluído y qué no, pero por suerte nos entendimos muy bien.
9: Sofía – Dos gatos y una perra, nueve días
Si hay una experiencia que me gustaría no haber hecho es esta. Al final no fue tan terrible, pero desde el momento de la entrevista yo ya percibía que la dueña de casa era -por decirlo delicadamente- un tanto estructurada y obsesiva. La casa parecía salido de un catálogo de Ikea, sin personalidad ni vida. Me daba “cosa” usar algo porque parecía la primera vez que alguien cocinaba en esa casa.
Los gatos eran re tranqui aunque bastante intimidantes por su tamaño (Maine Coon), pero la perra era absolutamente neurótica. Meaba y cagaba adentro de la casa sin importar cuántas veces la sacaras a caminar. Sabiendo que la dueña era bastante estricta con la limpieza me la pasé toda la semana limpiando mierda de cualquier superficie.
Capítulo aparte para una tontería que hice (#bruta): sin querer rompí una bisagra del mueble que contiene a la heladera. Claramente no fue intencional e hice todo lo necesario para solucionarlo, pero se imaginarán que la situación con la dueña no fue sencilla. La moraleja que me quedó de esta situación fue escuchar más a mi instinto al momento de las entrevistas. Yo había percibido cosas raras cuando charlamos por teléfono y sin embargo acepté. Error ahí, pero quedó el aprendizaje a futuro.

10: Bucarest – Un gato, cuatro días
Cuando estás tanto tiempo lejos de casa llegar a una casa que tiene seis mates es una sensación de hogar indescriptible. Acá cuide a Tanguito, un gato bebé de familia argentina que viven en la capital de Rumania. No les puedo explicar lo cómodo que fue siempre hablar con ellos, obviamente hay una familiaridad muy importante con los hermanos argentinos, y eso se extiende aún más cuando nos encontramos por el mundo.
La casa era bastante lejos del centro pero yo no tenía otra intención que encerrarme a laburar editando videos y escribiendo para el blog, así que objetivo más que cumplido.
11: Transilvania – Tres perros y cuatro gatos, una semana
Cuando empecé este camino de cuidar animales a cambio de alojamiento gratuito nunca imaginé que iba a poder con ¡7! a la vez. Y no se imaginan lo bien que la estoy pasando. Porque sí, estoy escribiendo este posteo desde la montaña de Transilvania, en un pueblito rural muy pequeño llena de animales.
La casa es probablemente la más cómoda que estuve hasta ahora y los animales son una dulzura bárbara. Es verdad que el pueblo en sí es bastante aislado, pero hay dos almacenes que tienen lo básico para sobrevivir y el dueño antes de irse me llevó a la ciudad más cercana para hacer un surtido grande. Hay un detalle que usualmente no pensamos: ver a los perros correr en un jardín tan grande con total libertad y felicidad debería ser la norma y no la excepción. Hacer un house sitting en el medio del campo es una experiencia absolutamente distinta.

Si las cuentas no me fallan, ahorré más de tres meses de alojamiento en diferentes lugares del mundo gracias a este sistema de house sitting. Con un promedio de 20 dólares la noche de alojamiento, ¡¡¡estoy hablando de más de 2 mil dólares!!! Además, de las 11 casas que estuve solo hubo una que no repetiría la experiencia.
¿Qué más necesitas para unirte al universo de house sitting?
