¡Couchsurfing está vivo!

No hay que ser erudito de Harvard para saber que la pandemia del COVID-19 fue el gran evento de la época moderna. Muchas cosas cambiaron post 2020 al punto que ya ni nos acordamos lo que era aquella vieja normalidad. Naturalizamos que cualquier curso se pueda hacer online, trabajar desde casa, dejar de compartir el mate, la sutil pero constante percepción de que el mundo puede cambiar en cuestión de días y, sobre todo, la desconfianza absoluta en el otro. Abrirle las puertas de tu casa a un ser extraño, que viene de otro país y capaz no se ducha hace varios días, lo cual constituye la base de Couchsurfing[1], de repente se transformó en deporte de alto riesgo.

Como si eso fuera poco, en 2020 todos los miembros de Couchsurfing recibimos un aviso que marcaba un quiebre en la filosofía de la plataforma: dejaba de ser gratis. Así, anfitriones que dos por tres recibían gente de cualquier lugar del mundo dieron de baja sus cuentas o quedaron inactivos. Cuando volvieron a habilitarse los viajes internacionales, las redes se llenaron de mensajes desesperanzadores: “ya nadie contesta”, “todos se fueron de Couchsurfing”, “es imposible conseguir un anfitrión”.

Con M en el bar Szimpla Kert de Budapest

Entre la suscripción paga y la nueva psicosis global frente a los gérmenes que pueda traer el otro, parecía el fin de Couchsurfing. No pude evitar sentir nostalgia y angustia. Algunas de mis mejores experiencias viajeras fueron gracias a esta dinámica, desde la visita al palacio del Sultán en Brunéi o la semana que pasé en un pueblito montañoso de Bali; nada de eso hubiese sucedido sin esta forma de colarme en las casas de locales. Va mucho más allá de ahorrarse unos pesos en el alojamiento, sino que se trata (o debería) de una manera genuina y desinteresada de conocer las intimidades de un país ajeno.

Este año llegué a Europa con la incertidumbre sobre el funcionamiento de Couchsurfing y consecuente preocupación por cómo gestionar mi viaje. ¿Cómo hago para alojarme en las ciudades ahora? ¿Quién me va a recomendar los mejores lugares para comer barato en Varsovia? ¿Cómo voy a hacer para no volverme loca en Sofia? ¿Con quién voy a ir a tomarme una birra en Budapest? Por suerte, la realidad de Couchsurfing me tenía varias sorpresas guardadas.

En Varsovia me recibió W, un cuarentón adorable que hasta pidió trabajar desde la casa el día que yo llegaba para poder recibirme temprano. Charlamos hasta altas horas de la noche sobre la historia de Polonia y política internacional, me enseñó un juego de mesa que es furor en su país y degustamos varias birras locales. Gracias a él entendí cómo funcionaban los Milk Bar y tantos otros detalles del día a día polaco que en un hostel hubiese sido difícil encontrar.

Siempre voy a estar dispuesta a jugar un rato

En Budapest me alojé con M, un chico de India que hace años vive en Europa y es probablemente de los anfitriones más simpáticos que he tenido. Trabajaba desde la casa así que durante el día yo me dedicaba a pasear (y buscar las mini estatuitas por todo Budapest). Con él fui al tan conocido Bar de Ruinas, jugamos unos partiditos de ping-pong y paseamos por la isla Margarita. Viajar sola no significa estar sola y esos días en Hungría fueron una demostración muy gráfica. Con M charlamos de un montón de cosas y sentí su compañía como la de cualquier amigo de toda la vida. A veces tenemos más cosas en común con un extraño que con gente que conocemos hace 20 años.

Vine a Sofía para hacer un house sitting pero igual miré la página de Couchsurfing para ver si pintaba conocer gente. Justo al día siguiente de llegar había un evento de la comunidad y me sumé al picnic sin conocer a nadie. Gente de EEUU, Israel, Grecia, México, Alemania y, obviamente, Bulgaria. Tuve que irme temprano porque ya eran demasiadas horas dejando a la perrita sola, pero llegamos a ser más de 25 personas, una locura para un evento de Couchsurfing, incluso pre-pandemia

Por último, quiero contarte algo que está sucediendo en este momento. Ayer hice una publicación de viaje público en la plataforma contando que la semana que viene voy a Rumania. La idea es recorrer el país a dedo, con mi carpita como plan B pero con el objetivo de quedarme en casas de locales. Hoy ya recibí un mensaje de P invitándome a un pueblito chiquito entre las montañas del centro del país.

¿Qué busco con todo esto? Una sola cosa queridísima comunidad viajera, llevarles tranquilidad:

¡Couchsurfing está más vivo que nunca!


[1] Plataforma social donde la gente hospeda viajerxs sin que haya dinero de por medio. Se basa muy especialmente en la hospitalidad, intercambio cultural y enriquecernos como personas.